Una década después de la “Gran Recesión” de 2008, y tras
algunos años de vacilante crecimiento económico, el mes de marzo de
2020 ha supuesto para España la entrada en el peor escenario
sanitario, social y económico que el país atravesase desde la
posguerra civil. La pandemia del coronavirus ha provocado la muerte
de decenas de miles de personas, el cierre casi absoluto de las
fronteras internas y externas del país, la paralización en seco de
su economía y la entrada en un nuevo proceso de impugnación
política y social del cual aún no se sabe qué actores -tanto
públicos como privados- saldrán favorecidos o dañados de muerte.
Como toda crisis socioeconómica, la del coronavirus ha hecho mella
en las cifras de empleo del país -si bien una huella aún modulada,
en relación a otras economías1,por
los programas de protección del empleo desplegados por el gobierno
central-, que se han visto notablemente afectadas por el
confinamiento y directamente vinculadas a la descomunal caída del
PIB experimentada durante el primer trimestre del año2.
Hasta 286000 empleos, atendiendo a la última Encuesta de Población
Activa, habrían sido destruidos por la pandemia, sin contar aquellos
actualmente paralizados en régimen de ERTE. Esta colosal crisis en
materia laboral -cuyo desarrollo, además, acaba de iniciarse-, viene
a sumarse a una tendencia de destrucción de empleo -y al crecimiento
consecutivo de la pobreza, en economías en las que el ingreso y el
empleo están herméticamente asociados- en marcha desde la década
de los 70, y cuyas alarmantes perspectivas provocaron la alarma
dentro de la propia OCDE ya a principios de los 903.
La virulencia del panorama ha intensificado al máximo un debate ya
latente en muchos grandes espacios de decisión nacionales y
mundiales en torno al propio concepto de “trabajo”, así como a
la relación entre este y el ingreso. Dicha relación vuelve4
a ser fuertemente problematizada, una vez la pandemia ha puesto en
jaque la capacidad de consumo de los mayores mercados del mundo y,
con ello, la viabilidad a corto y medio plazo de la economía
capitalista mundial. Dada la actual caída en el desempleo de cientos
de miles de personas a nivel nacional (y de millones a nivel mundial,
en contexto de globalización económica), y las dantescas
previsiones en la materia para el futuro5,
la disponibilidad sobre un ingreso básico se convierte hoy en una
idea de la que hacen apología incluso quienes fueran en otros
momentos sus mayores detractores6.
No obstante, si bien la actual situación económica límite ha
puesto sobre el tablero la necesidad de reformular las nociones
tradicionales de ingreso y trabajo, incluso dentro de aquellas
corrientes políticas e ideológicas más progresistas la manera de
articular nuevas formas de entender estos conceptos es objeto de
profundas confrontaciones, en las que se incardinan debates
filosóficos de gran alcance, diversas maneras de entender la
naturaleza y funcionamiento de los sistemas económicos
contemporáneos y, por supuesto, las relaciones de fuerza existentes
en cada momento en los sistemas políticos.
En términos generales, el conflicto de propuestas existente dentro
de los movimientos encasillables dentro de la amplia familia de la
“izquierda” internacional puede sintetizarse acudiendo a la
polémica desarrollada entre James Livingston y Scott Ferguson -ambos
reputados académicos favorables a la redistribución de la riqueza,
si bien desde perspectivas distintas- representantes de dos
ideaciones de gran predicamento, y que centralizan el debate en
cuestión: la Renta Básica Universal y el Trabajo Garantizado -en
adelante, RBU y TG-. Grosso modo, estos conceptos pueden
definirse de la siguiente forma7:
la RBU (condicionada o no8)
sería aquella medida de política económica por la que se asignaría
periódicamente a cada ciudadan@, por el hecho de serlo, una cuantía
determinada de dinero; el TG sería la medida por la cual, desde la
esfera del gobierno, se aseguraría que toda persona en busca de un
trabajo tuviese acceso a uno -y con ello, al correspondiente
ingreso-, para lo cual se procedería a crear y a financiar desde el
ámbito público todos aquellos puestos de trabajo necesarios para
tal fin.
Si bien ambas propuestas parten de la necesidad de garantizar
ingresos al total de la ciudadanía ante un escenario de destrucción,
precarización y caída salarial en el empleo, la discusión entre
los defensores de cada una de ellas ha sido -y es- más que ardua,
una vez sus respectiv@s
simpatizantes consideran, cada uno desde su propia perspectiva, que
la propuesta contraria termina cayendo en la trampa de la ideología
neoliberal a la que pretende combatir: l@s
defensor@s de la RBU apuntarán
lo que entienden como falta de visión crítica sobre la idea de
trabajo9
existente en la propuesta del TG y su supuesto continuismo de los
esquemas capitalistas de organización del ingreso y la riqueza; l@s
adept@s al TG, por su parte, criticarán
la tendencia neoliberal y las lagunas económicas existentes, según
su persepctiva, en el esquema de la RBU, una vez no persigue fomentar
la interdependencia social ni el enriquecimiento de la vida
comunitaria -ventaja que tendría, dentro de su perspectiva, el TG-,
sino simplemente repartir dinero sin consideraciones de filosofía
política ni cálculos macroeconómicos de mayor profundidad10.
En el panorama español, si bien ambos enfoques saltaron con cierta
fuerza al debate mediático y político (a partir de la emergencia
del movimiento 15-M en 2011, y posteriormente con la irrupción de
las candidaturas electorales municipalistas, autonómicas y
nacionales vinculadas a Podemos durante 2014 y los años sucesivos),
ninguna de ellas logró, hasta la crisis del Covid-19, hacerse un
espacio entre los debates sustantivos del gobierno español. Este
último, si bien aún ajeno a la RBU o al TG en sus definiciones
esenciales, se encuentra actualmente tramitando la implantación de
un ingreso mínimo vital que se ha interpretado como un primer
y tímido paso hacia la reformulación de las relaciones entre
ingreso y trabajo en nuestro país, y que va en línea con las
iniciativas que muchas otras naciones, con gobiernos nada sospechosos
de progresistas, como Estados Unidos (“cheque estímulo”), o
Brasil han puesto en marcha para incentivar el mantenimiento de la
demanda a corto plazo y evitar el colapso absoluto de sus economías.
Vistas, además, las terribles proyecciones para el futuro más
inmediato de la economía española remitidas por el propio gobierno
del país11,
no parece descabellado aventurar que la puesta en marcha de medidas
de estímulo de la demanda habrán de ser ser impulsadas de forma
imperativa a fin de evitar el hundimiento económico y social del
país.
En este excepcional y catastrófico estado de las cosas es,
paradójicamente, cuando la ventana de oportunidad para la
construcción de esquemas de organización de lo económico más
próximos al ideal de equidad parece12
estarse abriendo más que en ningún otro momento de la historia
reciente. Ello invita a reflexionar, con toda la cautela y
detenimiento que la convulsión histórica permita, sobre cuáles, y
por qué, habrían de ser las propuestas sobre la redistribución de
la riqueza más adecuadas y consecuentes con la situación que
actualmente atraviesa la Humanidad y, en concreto, nuestro país.
Así, conviene, en este sentido, tener en cuenta que la crisis del
coronavirus adquiere implicaciones de relevancia fundamental para el
esbozo de una economía que romperá los esquemas de la globalización
tal y como era conocida hasta ahora: no solo sectores directamente
vinculados a ella se verán tremendamente mermados -tales como el de
los transportes o el turismo-, sino que las propias cadenas de
organización mundial de la producción experimentarán convulsiones
que apuntan, siguiendo a sus propios representantes13,
a una reversión del proceso de deslocalización experimentado
durante las últimas décadas. Esto último podría comportar un
cambio fundamental en el equilibrio capital/trabajo que sería
imprescindible considerar a la hora de pensar estrategias para un
nuevo estado de las cosas tras la pandemia. La necesidad del sector
textil -y el potencial desarrollo de iniciativas industriales en
materia sanitaria, química o tecnológica- de regresar al término
territorial nacional implicaría, de mantenerse en el gobierno
fuerzas de carácter progresista, una oportunidad para aprovechar el
nuevo equilibrio entre capital y trabajo y generar una nueva
institucionalidad que posibilitara aprovechar los aspectos más
edificantes de las propuestas asociadas a la RBU y el TG. Asimismo,
ideaciones como el denominado “Green New Deal” -consistente en un
gran programa de inversiones públicas que permitiese crear empleos
estables y bien pagados vinculados a la transición ecológica-, de
lograr materializarse una vez superada la pandemia, cambiarían
radicalmente el panorama en materia laboral y existencial de millones
de trabajador@s en España (y en
cualquier país en que se implantase dicha “Nueva Solución
Verde”).
El escenario y proyecciones de la economía nacional y mundial aquí
revisados apuntan, independientemente del sentido final que estas
adquieran en términos empíricos, a una más que probable
transformación en el modo de funcionamiento y comprensión de los
mecanismos socialmente establecidos hasta el momento en relación al
concepto, producción y reparto de la riqueza que generan las
comunidades humanas. La prioridad, desde una postura analítica
enfocada a optimizar el carácter emancipador de dicha
transformación, no es más -ni menos- que la de lograr que esta
integre necesariamente elementos que ya han sido más que teorizados
y debatidos entre los círculos de especialistas en la materia, y
cuya pertinencia adquiere en el presente histórico grados de
legitimación sin precedentes.
Así, en referencia a las políticas relacionadas con la RBU, parece
necesario aquí remitir a las opiniones de quienes son expert@s
en la gestión de prestaciones monetarias en nuestro país -y fuera
de él. Manuel Cañada y Marta Sánchez de Ron -integrantes de la
Marea Básica contra el Paro y la Precariedad- explicaban en un
artículo14
de El Salto Diario del pasado 8 de abril las numerosas objeciones a
medidas de carácter condicional tales como las de ingreso mínimo.
L@s autor@s
señalan en el artículo, tras consulta con numerosas asociaciones de
trabajador@s sociales, cómo las
prestaciones monetarias mínimas no solo no solventan el
problema de la pobreza y la exclusión, sino que lo perpetúan,
agravando la desarticulación social ya existente entre los estratos
más desfavorecidos de la ciudadanía15.
Por otro lado, Juan López Torres, reputado economista progresista
experto en este tipo de políticas, señala cómo el hacer
incondicional la prestación económica ha permitido, en los países
en que se ha puesto en marcha16,
incentivar el consumo, mejorar los indicadores de salud y
aprovechamiento escolar, la reducción de índices de criminalidad y
la mejor conciliación entre la vida laboral y la realización de
tareas de cuidados en el ámbito doméstico.
Por otro lado, si bien la potencial relocalización industrial que
podría observarse en el futuro más próximo en España y en el
resto de los países de la órbita euro-occidental contribuirá a
elevar el número de empleos en estos territorios, tratándose de
sectores como el textil (acostumbrados a pagar salarios de
inframiseria en países de África, Latinoamérica y el sudeste
Asiático), la batalla por recuperar dichos empleos en un marco de
condiciones laborales dignas habrá de darse. En este sentido -además
de la impostergable necesidad de desarrollar industrias verdes
potentes y que supongan el núcleo de los tejidos productivos y
ocupacionales nacionales-, la existencia de una bolsa de Trabajo
Garantizado como la propuesta por l@s
defensores de dicho enfoque, permitiría al sector público mantener
un nivel salarial digno al que podría acogerse cualquiera que lo
desease, forzando a las empresas del sector privado a descartar la
competición vía salarios bajos, y a desarrollar una producción de
alto valor añadido y generadora de empleos estables y cualificados.
Del mismo modo, en un periodo económico de transición hacia nuevos
modelos en que la actividad de cuidados y las labores reproductivas
pasasen a adquirir una relevancia cualitativa y numérica importante,
el TG permitiría desarrollar desde la esfera pública la estructura
económica y laboral correspondiente a un nuevo paradigma en que la
vida humana sostenible sería el núcleo, que jugaría un papel
importantísimo en el diseño de nuevas sociedades y cuya adecuación
en términos de valoración económica y derechos laborales sería,
de este modo, garantizada.
La crisis del Covid19, puede concluirse, supone una oportunidad
gigantesca para reivindicar de forma efectiva nuevas formas de
entender y materializar desde el ámbito político y económico la
experiencia humana, las relaciones de las personas con el entorno
social y natural, y la primacía de la equidad como criterio para
organizar la distribución de estos. Si bien el contexto de shock17
no deja de suponer una oportunidad también para quienes se
benefician del statu quo neoliberal y lo defienden con uñas y
dientes, la adopción de medidas keynesianas e intervencionistas por
parte de las administraciones nacionales e internacionales que con
mayor fervor se entregasen al credo ortodoxo de la austeridad (EEUU,
UK, Canadá, Alemania, Francia; la Unión Europea y organismos
vinculados a esta como el BCE, por señalar algunos ejemplos) parece
imprimir en el imaginario colectivo mundial la certeza de que la
pandemia y sus consecuencias abrirán las puertas de una nueva era
que, dando por supuesto que terriblemente difícil, aún es
susceptible también de estar llena de cambios positivos que invitan
a enfrentarse a ella con esperanza.
Notas
1A
día 30 de abril de 2020, frente a los 30 millones de desempleados
generados por el coronavirus en Estados Unidos, España logra
mantener la cifra por debajo de los 286 mil.
2Atendiendo
al INE, dicho desplome se cifra en el 5,2%, la mayor caída
documentada desde que la institución mide la evolución del PIB
(INE, 2020).
3Atendiendo
a André Gorz, dentro de la OCDE habría surgido una división entre
“economistas” (férreos creyentes en que el problema del empleo
se resolvería mediante ajustes desde el lado de la oferta) y
“tecnólogos”, quienes habrían alertado de la naturaleza
estructural y abocada a agravarse del desempleo a cuenta del avance
tecnológico. En la misma línea, el autor apunta a la declaración
del Departamento de Trabajo de Estados Unidos según la cual «el
30% del flujo anual de graduados desde ahora hasta el año 2005 va a
moverse entre el paro y el subempleo» (Gorz, 1994).
4La
discusión en los movimientos internacionales de izquierda sobre
nuevas formas de plantear esquemas de redistribución atraviesa los
SXIX y XX, y se intensifica a principios del SXXI con motivo de las
desigualdades ocasionadas por el avance del neoliberalismo y
especialmente tras la crisis bancaria mundial iniciada en 2008 tras
la quiebra de la entidad Lehman Brothers.
5Siguiendo
al Consejo Mundial de Viajes y Turismo, la crisis del coronavirus
podría provocar la pérdida de hasta 100 millones de empleos en el
sector turístico -que a su vez supone el 10,3% del PIB mundial-
(Europa Press, 2020).
6Para
el caso español, figuras como Toni Roldán -exdiputado por
Ciudadanos- o Luis de Guindos -exministro de Economía, Industria y
Competitividad de Mariano Rajoy y actual vicepresidente del Banco
Central Europeo-, ambos firmes opositores a políticas de gasto de
carácter expansivo, se han pronunciado a favor de establecer algún
tipo de ingreso mínimo que permita mantener en España y en Europa
el consumo a fin de evitar una debacle económica aún mayor.
7Para
definiciones más extensas y detalladas -y en las cuales se inspiran
las aquí propuestas como resumen-, se recomienda acudir a las obras
sobre el tema Daniel Raventós y Juan López Torres (renta básica
universal), o Hyman Minsky, Alberto y Eduardo Garzón o Adoración
Guamán (trabajo garantizado).
8Se
distingue en este punto entre Renta Básica Universal Incondicional
(aquella que cobrarían todas las personas por el mero hecho de
existir, e independientemente de su situación laboral o de su nivel
de ingresos, entre otros factores) y otras prestaciones económicas
condicionadas a diversos aspectos (Ej.: la renta mínima, sujeta a
no superar un nivel de ingresos concreto -dejaría de percibirse en
caso de superarse este-).
9L@s
simpatizantes de la RBU señalan el carácter históricamente
opresivo del trabajo, entendiéndolo como expresión de las
desigualdades económicas que hacen que unas personas puedan
explotar a otras. Un ejemplo especialmente vehemente de esta
perspectiva sobre el TG lo constituye el autor Juan Agustín
Franco, quien da cuenta de varias de estas críticas en su artículo
“Las falacias del debate entre trabajo garantizado contra renta
básica universal”, publicado en El Salto Diario el 25 de octubre
de 2018 (Franco, 2018).
10Un
desarrollo mayor de estas críticas a la RBU desde la perspectiva
del TG pueden encontrarse en el artículo “Siete argumentos contra
la Renta Básica y a favor del Trabajo Garantizado” publicado por
Eduardo Garzón en su blog www.eduardogarzon.net el 14 de agosto de
2014.
11Como
informaba Eldiario.es el día 1 de abril de 2020, citando a la
actualización del Programa de Estabilidad 2020 y al Plan Nacional
de Reformas remitida a Bruselas por el gobierno de España, se
espera una caída del PIB del 9,2% para 2020 (casi 4 veces mayor que
la experimentada en 2009 tras la crisis de las subprime)
y un aumento del paro del 19,2%, entre otros desalentadores cambios
en los indicadores macroeconómicos.
12Es
fundamental no olvidar, no obstante, la cantidad y la intensidad de
movilizaciones del sesgo conservador y neoliberal que tendrán lugar
a fin de evitar un cambio sustantivo en el statu quo que pueda
perpetuarse más allá del actual contexto de emergencia.
13Tras
las declaraciones al respecto a FEDECON y ACOTEX, dos de las
patronales del textil español, Eldiario.es publicaba el día 9 de
marzo de 2020 -antes incluso de la declaración del Estado de alarma
en España, pero ya experimentado el shock de
oferta en el sector tras el parón económico de China- que
“Aunque cada empresa tiene su propio plan de contingencia, la
solución general de la industria pasa por traer de vuelta las
producciones a países más cercanos, como Marruecos, Turquía,
Portugal o España”
(Eldiario.es, 2020).
14“La
era está pariendo un corazón. Es la hora de la renta básica”,
en El Salto Diario, 8 de abril de 2020.
15En
relación a esto, indican Cañada y Sánchez de la Ron cómo el
proceso de tramitación de estas prestaciones es fuertemente
excluyente e inoperativo: “La criba de pobres nunca termina: un
día los descartados son los solteros y al día siguiente quienes
tienen estudios universitarios o quienes han sido autónomos o
aquellos que disfrutan el imperdonable privilegio de ser contratados
por un mes…” (El Salto Diario, 2020).
16El
autor se centra en los experimentos realizados en la materia en
Canadá, algunos Estados de EEUU como California o Colorado, y otros
países como Kenia, Brasil, Namibia, o Irán.
17Especialmente
reveladoras, en este sentido, son las tesis de Naomi Klein en torno
a lo que ella denomina “Doctrina del Shock” y
“capitalismo del desastre”,
que sería aquella práctica por la que el capitalismo financiero
aprovecha situaciones de gran impacto psicológico y confusión
social para avanzar en su agenda de desarticulación comunitaria y
profundización en las desigualdades sociales y económicas
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