(Cartel promocional de All Of Us Strangers - Andrew Haigh, 2023-)
En su aporte al libro Ganar o Morir: Lecciones políticas en Juego de Tronos (Akal, 2014), el filósofo Santiago Alba Rico ponía sobre la mesa una hipótesis llamativa por hermosa. El autor planteaba, tomando como referencia a diversos personajes de la serie de HBO, que aquellos sujetos agraviados en mayor medida por las contingencias de la vida (los disidentes sexuales, los “tullidos”, las prostitutas) serían aquellos llamados, por su capacidad de entender la complejidad del mundo desde la porosidad cognitiva de que a veces provee el sufrimiento, a construir nuevos órdenes de realidad en que las fuentes objetivas de dolor individual y colectivo fuesen sustituidas por regímenes más justos y generosos en lo relativo a la dignidad de la vida de las personas.
10 años después, la senadora e histórica activista LGTBIQ+ Carla Antonelli publicaba sus biografías coescritas junto al autor Marcos Dosantos. En La Mujer Volcán (Plaza & Janes, 2024), la crudeza de una vida disidente bajo los estertores del franquismo se transformaba, tesón y voluntad mediante, en una oda a la lucha, al inconformismo y a una genuina vocación de felicidad frente a un contexto casi siempre adverso.
En una era “postpandemia” marcada por la crisis ecológica, la implosión del sistema internacional basado en reglas, las guerras y genocidios que se suceden y multiplican y la amenaza generalizada de retroceso civilizatorio, la Humanidad, en su propio ejercicio de resiliencia, sigue generando herramientas desde las que repensar en todos los niveles la manera en que la adversidad se encarga de hundir o de hacer brillar los mejores avatares de la psique de nuestra especie.
Es el caso, junto a los citados, de All of Us Strangers, último filme de Andrew Haigh, protagonizado por Andrew Scott y Paul Mescal y estrenado a finales de 2023 con un recibimiento positivo mayoritario entre sus espectadores, tanto aquellos adscritos al ámbito de la crítica como entre los más casuales.
La película describe el tránsito de Adam, un escritor de mediana edad que discurre por la adultez tratando de resolver los interrogantes generados a lo largo de una vida marcada por la orfandad y la búsqueda de pertenencia. La atmósfera que permea la cotidianeidad de Adam encuentra un revulsivo inesperado ante dos acontecimientos trascendentes: su reencuentro con sus padres, a quienes descubre habitando la casa familiar 30 años después de morir en un accidente de coche, y la aparición de Harry, un joven solitario con quien Adam descubre el amor por primera vez.
La estructura narrativa del filme no es sencilla ni fácilmente discernible: la interlocución entre vivos y muertos constituye el principal eje de un relato en que se vuelve difícil distinguir entre unos y otros. La línea difusa entre la ensoñación, lo imaginado y el deterioro cognitivo permite intercalar espacios en que se restaura lo que dentro de los parámetros de la racionalidad es difícilmente resoluble: las ausencias, el dolor, el abandono, los conflictos que quedaron latentes y las expectativas de respuesta que jamás llegaron o llegarán a ser atendidas. El recurso a lo fantástico termina siendo aterrizado a la fuerza en el escenario más real y complejo: cuando quienes amamos regresan de la muerte, traen consigo de vuelta también las cuentas pendientes. Aún cuando ocurre un milagro que hace posible la redención, reparar las heridas sigue exigiendo esfuerzos extenuantes.
All of Us Strangers plantea todas las grandes preguntas de forma tan hermosa como feroz, sin espacio ni posibilidad para el distanciamiento, la seguridad o la contemplación; en suma, sin hacer ningún tipo de concesión ante quienes deciden sentarse a ver el largometraje.
Adam y Harry, en su diálogo con un mundo al que no se sabe si siguen perteneciendo, ponen de relieve certezas durísimas y universales. El edificio cuasivacío en el que ambos habitan funciona como espejo de las lagunas vitales y existenciales que median en la reflexión sobre la pertinencia de la vida y de la participación en sus procesos. Es posible, revelan los protagonistas, llegar a la edad adulta solos, con la percepción de no haber logrado grandes cosas, sin perspectivas aparentes de que esto pueda cambiar en el corto o el medio plazo. Es posible que el dolor acabe con uno; que, literal o figurativamente, transforme a las personas en cuerpos descompuestos de cuyo anclaje real a la vida termine por dudarse. Es posible que alguien detecte las señales y acuda a la llamada de auxilio. Es posible que llegue a tiempo, y también que al atravesar la puerta sea ya demasiado tarde.
La novedad en All of Us Strangers, sin embargo, no tiene que ver con la aspereza que adquiere tantas veces el día a día para los individuos. En un relato cuyo corazón aparece atravesado por la pregunta sobre los mecanismos que activan o neutralizan el impulso de existir, emerge incluso en los escenarios más sombríos el margen para las palabras sanadoras y la resolución de lo que atormentase, aunque este margen tenga lugar en el ámbito reservado a la ficción. Y es esto precisamente lo que convierte a la película en un ejemplo soberbio de lo que el cine y la creación artística pueden aportar en un momento histórico en que la realidad de los individuos se vuelve tantas veces desalentadora. El arte en mayúsculas es precisamente el espacio en que las ficciones se ponen al servicio de lo empírico para permitir repensarlo, demolerlo, reconstruirlo; un espacio para construir la paz que fue negada, un lugar en que el poder del amor puede prevalecer frente a la anomia, el trauma y la desesperación.
No se habla aquí, no obstante de una ficción concebida como esfera abstracta, siquiera analíticamente. All of Us Strangers demuestra que la creación narrativa constituye una herramienta desde la cual llenar de agencia y esperanza todos aquellos lugares en que la cotidianeidad tantas veces las hace inviables. No es casual ni es baladí que una película emocionalmente devastadora como esta finalice con la generación ex novo de una oportunidad para la felicidad incluso después de la muerte, ni que se escogiese como eco a perpetuidad con que cerrarla el eterno "The Power of love", de Frankie Goes To Hollywood. La cinta de Haigh cumple con su objetivo de manera rotunda, salvaje y sin pedir permiso: ante la desolación, la apuesta empecinada, absurda, y poderosísima por la esperanza.
https://www.youtube.com/watch?v=WtdRv6GT9Zg&ab_channel=FGTHVEVO
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