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Reflexiones en torno a El género en Disputa (I)


 En el año 1990, la profesora Judith Butler publicaba El Género en Disputa. Feminismo y subversión de la identidad. Tras años centrada en el estudio de disciplinas filosóficas tales como el derecho, la ética o la epistemología, la obra de Butler entroncará con los ya pujantes movimientos feministas presentes en los ámbito académicos y civiles1, radicalizando la investigación sobre la temática de la desigualdad entre hombres y mujeres. Si bien autor@s adscrit@s a dicho campo de estudio habrían realizado cuantiosas aportaciones a lo largo del siglo2, la propuesta de Butler tendrá la particularidad de llevar al extremo los razonamientos del feminismo posestructuralista en que su aportación teórica se incardina: la organización social y política en torno a las categorías de “hombre”, “mujer” y “heterosexualidad” no sería, a su juicio, una realidad con origen en la biología, sino el resultado de una interpretación cultural concreta de rasgos biológicos desprovistos, en sí, de normatividad alguna.


Butler, por tanto, impugna desde su teoría el carácter “objetivo" (en tanto epistemológicamente absoluto) de un régimen político construido en torno al binarismo sexual y de género y a la heterosexualidad. Esta crítica apela al carácter constituyente de las categorías referidas, que en tanto hegemónicas3, adquieren la facultad de estructurar la realidad política en términos jerárquicos que les son favorables: fuera de la heterosexualidad y la dicotomía “hombre/mujer” solo habría espacio para lo marginal, para lo subalterno en términos sexuales (lo que, en el marco de su análisis, se traduce en subalternidad en términos sociales y políticos), observándose en este fenómeno el desarrollo de un clarísimo ejercicio de poder simbólico: la asignación o despojo de legitimidad a los sujetos en observancia de criterios completamente arbitrarios.

Butler propone que estas categorías dibujan una jerarquía política - asignan y despojan de poder, legitiman o deslegitiman a los sujetos atendiendo a criterios arbitrarios- basada en la normatividad del binarismo de sexo - y de género - y de la heterosexualidad. Fuera de la heterosexualidad y del binomio “hombre-mujer” solo hay espacio para lo marginal, lo subalterno en términos sexuales.


La autora pone con esto en cuestión la visión de la organización sexual esgrimida desde corrientes teóricas estructuralistas, según las cuales, las sociedades tenderían a organizarse atendiendo a la oposición “masculino/femenino”, a partir de la cual se desglosaría un enorme abanico de nuevas oposiciones conceptuales (“frío/caliente”, “crudo/cocido”, “privado/público”, etc.) que constituirían las estructuras semánticas que dieran sentido a las organizaciones humanas. Butler se opondrá a este planteamiento señalando que la propia aproximación a la realidad desde las dicotomías “hombre/mujer” o “masculino/femenino” constituye una interpretación concreta e histórica - por tanto, arbitraria- realizada desde una perspectiva en la que se prioriza un principio de visión y división basado en categorías sexuales. La reflexión llega hasta el punto de cuestionar a la “naturaleza” como un ente singular o pre-discursivo, como pretenden presentarla los razonamientos estructuralistas, poniendo con ello de manifiesto el carácter artificial de los dualismos, el carácter “natural”4 de la naturaleza y la normalización de realidades de jerarquía y subordinación que toda esta visión del mundo social trae consigo.
Del mismo modo, Butler entronca con las reivindicaciones epistemológicas vinculadas al feminismo poscolonial una vez plantea la problemática existente, dentro del propio movimiento feminista, de considerar el patriarcado y la heteronormatividad como conceptos universales que anulen la visibilidad, o si quiera la posibilidad de concebir que, en contextos culturales no occidentales o europeos, la organización de lo sexual se de en términos distintos. En este sentido, se encuentra un puente entre la profesora norteamericana y autoras pertenecientes al ámbito académico del feminismo latino y centroamericano tales como María Lugones, Brenny Mendoza o Yuderkys Espinosa, intelectuales centradas en desentrañar las relaciones entre colonialidad y patriarcado desde los entornos teóricos de las epistemologías feministas y epistemologías del sur.

Los fenómenos descritos por la académica en El género en disputa aparecen dotados de implicaciones hondísimas para entender la forma en que se estructura un sistema que genera la subordinación de miles de millones de mujeres a lo largo del planeta5, así como la exclusión sistemática de quienes no se adaptan a los dictados de la normatividad heterosexual. No obstante, la profundidad de las implicaciones del sistema descrito por Butler no acaba ahí, sino que se extiende incluso hacia las periferias del propio sistema: siendo el binarismo sexual y la heteronorma categorías políticas casi naturalizadas como herramientas epistemológicas en gran parte del mundo, la propia construcción de la disidencia aparece afectada por estas. Así, dentro del movimiento feminista y de la comunidad LGTBIQ+ se reproducen estructuras de poder e identitarias asociadas a los valores propios del sistema que se busca combatir: exclusión de los grupos trans desde ciertos sectores feministas que esgrimen conceptualizaciones restringidas del término “mujer”, homofobia internalizada dentro de amplios sectores de la comunidad LGTBIQ+, reproducción de dinámicas racistas dentro de movimientos que se pretenden emancipadores, y demás acontecimientos que ponen de manifiesto la prevalencia epistémica de un sistema conceptual basado sobre la exclusión.

A la luz de esta problemática, cabe recordar la aportación realizada desde ciertos sectores de las ciencias sociales más próximos a la ciencia política cuyos esfuerzos se centran en el estudio de las dinámicas que condicionan la construcción de comunidades. Ernesto Laclau, filósofo político argentino fallecido en 2014, explicaba en La razón populista cómo las organizaciones políticas tienden a edificarse a partir del principio de la exclusión: el Estado-nación se sostiene sobre la diferencia respecto a un otro extranjero, la familia se sostiene sobre la exclusividad de la sangre, los organismos partidistas se erigen y subsisten a través de la exclusión de la diferencia ideológica, etc. Sin un sujeto al que calificar de externo, y respecto al que definirse por oposición, la construcción de comunidades políticas parecería, a juicio de Laclau, un esfuerzo más que ímprobo.

Aplicado este marco de análisis a la problemática abordada por Butler, en la que el sistema – y, en tanto sistema, abierto a influencias externas - sería la organización heteropatriarcal, cualquier espacio subjetivo, cualquier respuesta individual o política que se formulase en términos opuestos (es decir esto, construcciones semánticas que apostasen6 por significados pretendidamente contrarios al binarismo sexual y de género y a la heteronormatividad7), habría de desembocar necesariamente en el entorno reservado para el mantenimiento del sistema en cuestión: la subalternidad sexual y epistémica, la periferia ontológica y política.

No obstante, como ya se ha mencionado, incluso la región cuya existencia solo puede darse por necesidad del sistema (en tanto este necesita definirse por oposición a algo y, por tanto, requiere de dicha periferia) se formularía en el mismo lenguaje que el resto de este, atendiendo a lógicas de reproducción y socialización en sistemas categoriales impuestos desde diversos espacios tales como la escuela, el ámbito doméstico o los medios de comunicación. Esta captividad semántica desde la que la disidencia se ve obligada a formularse aparecería, no obstante, como una ventana de oportunidad dado el objetivo de deconstruir una estructura social que produce y reproduce una enorme desigualdad en el reparto de recursos simbólicos, y en función de estos, políticos y económicos. Como la propia Butler explica, la reproducción de los sistemas es una tendencia que les es propia, y, por tanto, un factor con el que tener en cuenta a la hora de organizar propuestas de cambio. La pregunta sería, siguiendo el razonamiento de la autora, ¿cómo podría organizarse dicha reproducción a fin de dar lugar al cuestionamiento de lo reproducido?.

En la línea de lo aquí discutido, parece pertinente recordar las palabras del director de cine argentino Marco Berger, quien, declarándose homosexual8 relataba en el periódico Clarín el hecho de sentirse atraído sexualmente por mujeres y mantener relaciones sexuales y sentimentales con estas de forma esporádica. ¿Cómo puede explicarse esta contradicción, sino es señalando que la autoidentificación sexual del artista en cuestión ha tenido lugar mediante el empleo de categorías provistas por el propio sistema en el que toda la experiencia sexual se define afín u opuesta a la heteronorma? En el mismo orden de cosas, ¿cómo se explica que muchas personas no-cisgénero consideren someterse a invasivos tratamientos hormonales y cirugías relativamente riesgosas para evitar las perturbaciones de salud aún mayores que enfrentarían en caso de no poder sentir que su cuerpo adopta una morfología coherente9 con su identificación de género o sexual10?

Se asiste, aparentemente, a la victoria política y epistemológica de un sistema sexual que obliga a los sujetos contestatarios a organizar su rebelión en los términos que el propio sistema impone. En otras palabras, incluso lo que se encuentra fuera del ordenamiento sexual vigente no encuentra aparentemente escapatoria a la hora de formular su propia ontología subalterna.

A la luz de estas cuestiones aparecen otras de difícil solución, pero cuya formulación no deja de ser necesaria. ¿Categorías como “heterosexual”, “homosexual”, “bisexual” “asexual”, “pansexual” se ajustan realmente a vivencias sexuales subjetivas y específicas, o están formuladas de hecho en los términos que el heteropatriarcado permite que se manejen?

¿Si, como cita la profesora Butler “si el deseo pudiera liberarse, no tendría nada que ver con las marcas preliminares de los sexos”, tiene sentido una organización semántica de la contestación desde categorías que, autoconcibiéndose como periferia del patriarcado heteronormativo, le conceden a este la perpetuidad de su posición central en el tablero de la organización de la sexualidad?

En este sentido, se podría apuntar a que las diversas etiquetas bajo las que se busca emerger como diferencia condenan a l@s divers@s a mantenerse en la diferencia -se es homosexual, bisexual, pansexual o asexual en tanto no se es heterosexual y hay que encontrar un nombre – ya dado - para localizar la coordenada del deseo propio en función de la brújula de la heteronormatividad y el binarismo sexual y de género, pudiendo decirse lo mismo de las realidades de género diversas, que aspiran a la construcción de identidades contestatarias diferenciadas de la categoría binaria, en función de la que se generan las demás -.

Aún considerándose que la visibilización de la diferencia es una necesidad urgente para la legitimación de esta, ¿podría ser el lenguaje – la reformulación lingüística de la experiencia sexual plena, expresada como realidad continua y no discreta (aquí se entraría en el debate sobre la naturaleza variable y amplia del deseo, la validez relativa de categorías como hetero, homo o bisexualidad, así mismo en lo tocante a la experiencia de género) - un espacio desde el que desactivar las categorías sexuales impuestas por la heteronormatividad y el binarismo de sexo y género? ¿Podrían darse las condiciones para plantear registros lingüísticos de la sexualidad capaces de abarcarla en su amplitud y complejidad, sin excluir ninguna posibilidad de las existentes -o existenciables – en su catálogo? ¿La sexualidad podría, llegado el momento, perder incluso su capacidad de ordenación, en caso de que las personas no sintieran necesario localizarse en “bandos” concretos, dado un nuevo carácter omnicomprensivo de las estructuras lingüísticas que construyesen el comportamiento a este respecto?


Referencias

- El género en disputa: feminismo y la subversión de la identidad. Paidós, 2001.

-Historia de la teoría feminista. Celia Amorós, Madrid, 1994.

-Una crítica descolonial a la epistemología feminista crítica. REDALYC. El cotidiano, n.º 184. Yuderkys Espinosa -Miñoso.

- La razón populista. S.L Fondo de cultura económica de España. Ernesto Laclau, 2016.

- Entrevista a Miquel Missé en Eldiario.es del 12 de enero de 2019 (https://www.eldiario.es/sociedad/problema-discurso-hegemonico-diciendo-biologico_0_856015014.html )

- Artículo de Marco Berger para Clarín del 7 de diciembre de 2013 (https://www.clarin.com/sociedad/mucha-gente-cree-anda-mal_0_S1-P4_WjDXe.html )

1La propia autora relata en la obra en cuestión como los movimientos sociales de defensa de la diversidad sexual en California la inspirarán a escribir un libro que, a la vez que novedoso y controvertido en los ámbitos académicos, aparezca como instrumento de lucha dentro de las colectividades LGTBI.
2El esfuerzo académico y político de Butler vendrá precedido por una tradición feminista que para los 90 habrá empezado a convertirse en un movimiento social de indiscutible fuerza. Autor@s como Eva Figes, Monique Wittig, Simone de Beauvoir, Celia Amorós o Pierre Bourdieu serán fundamentales para allanar el terreno teórico hacia las corrientes feministas posestructuralistas.
3Aún tratándose, atendiendo a los análisis posestructuralistas, de nociones culturalmente construidas y por tanto, concretas y arbitrarias, estas adquieren un valor universal a través de largos procesos históricos que terminan otorgándoles, en términos culturales, un valor universal o hegemónico.
4En tanto pre-cultural, o ajeno a la influencia interpretativa del ser humano.
5Si bien, dentro de la antropología feminista, como se citaba en líneas previas, el debate sobre la supuesta universalidad del patriarcado se encuentra más que abierto.
6Aún habiendo de formularse desde un lenguaje y un sistema categorial ya dado, y por tanto, perteneciente al mismo sistema al que se pretende oponerse.
7Sobre este factor, Butler recurre continuamente a los estudios al respecto desarrollados por Monique Wittig, autora, entre otras obras, de El pensamiento heterosexual.
8Se utilizan las cursivas como recurso para cuestionar la construcción ontológica del propio concepto, recurso en el que se profundizará en líneas siguientes.
9A este respecto, las indagaciones del sociólogo trans Miquel Missé aparecen esclarecedoras, una vez el autor apunta a que si la construcción de una identidad de género no dependiese de morfologías sexuales concretas, los tratamientos hormonales y quirúrgicos serían una complicación que podría eliminarse de la experiencia de las personas trans.
10En relación a la cuestión de las personas trans, la siguiente reflexión de Butler sobre los cuerpos ahonda en los cuestionamientos que aquí se realizan: “las categorías nos dicen más sobre la necesidad de categorizar los cuerpos que sobre los cuerpos mismos”.


Comentarios

  1. A mí el planteamiento de Butler me parece demasiado extremo. Deja de lado lo que recibiríamos a través de la genética y que, según mi criterio, estaría al margen de la heteronormatividad. La mayoría de los individuos e individuas nacen con una "tendencia" y esa tendencia seguirá vigente a pesar de que lo eduquen de una forma u otra, o sea al margen de la construcción de ese género. Lo válido en Butler es la reivindicación de cualquier tendencia como válida y la supresión del binarismo, para dar cabida a todas las personas que se sienten al margen de cualquier identificación sexual. Pero sé que está posición mía (que defendería un especialista en Biología) despertaría la disidencia de feministas, transexuales y de cualquier otro ser en un estado intermedio.

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    1. Buenas, Rubén! Te cuento que yo aún estoy leyendo el ensayo -las reflexiones que plantea son tan profundas que en la primera mitad ya tengo como para pararme a pensar, pero me queda-, pero entiendo que Judith no cuestiona los factores biológicos, sino la interpretación cultural que se hace de ellos (¿qué relación tiene, por ejemplo, el tener X dotación genital con que ello se asocie a determinadas pautas de género o a orientaciones sexuales concretas?¿qué razón hay para construir una interpretación sexual del mundo en función de la genitalidad y no de otros caracteres -Ej.: hormonales, cromosómicos, de autopercepción, etc.-?).

      Yo lo encuentro particularmente revelador por la cantidad de posibilidades que abre a construir una identidad que se parezca más a lo que cada un@ quiere/necesita ser en términos sexuales, de género y orientación sexual, y menos a las categorías que se nos han impuesto, que generan opresiones, desigualdades y abismos identitarios muy difíciles de sortear.

      Te mando un abrazo y seguimos hablando.

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